Austero, presente y sin miedo a pagar costos políticos. Con una gestión que achicó el gasto, eliminó tasas y sigue haciendo obras, De Rivas se planta como un raro ejemplar en tiempos de crisis.
Mientras muchos se lamentan por la falta de recursos y otros reparten culpas, Guillermo De Rivas cumple su primer año de gestión municipal con una fórmula que parece impensada en plena tormenta nacional: menos gasto, más presencia en los barrios y muchas obras en marcha. Sin subsidios, sin obra pública nacional y con una recaudación desplomada, el intendente recortó cargos, eliminó entes, bajó tasas y logró que la ciudad siga en movimiento.
“Con poco hacemos mucho”. Y lo respalda con números: 270 empleados menos en la planta, 770 millones de ahorro mensual, 88 tasas eliminadas y la transformación del EMOS en un ente superavitario. Orden hacia adentro, pero también hacia afuera: desde sancionar a los «trapitos», hasta regular Uber y reactivar 40 vecinales.
Sobre seguridad, endureció el control en la “noche joven”, potenció la Guardia Urbana y puso en marcha “Ojos en Alerta”, con 10 mil vecinos conectados directamente con el centro de monitoreo. Todo eso mientras impulsa proyectos como el Polo Científico, el Masterplan de Agua (con inversión privada de 5 millones de dólares), el adoquinado, un nuevo centro de adicciones, el avance de luces LED y 100 cuadras de pavimento en marcha.
Incluso las decisiones más polémicas, como el cambio en el modelo de atención de la Maternidad, las defiende con datos: bajó la tasa de natalidad, aumentó la eficiencia y no se echó a nadie. “La salud pública tiene que llegar a más y con más calidad”, sostuvo.
Y aunque el enfrentamiento con el Gobierno nacional por la falta de apoyo es inevitable, De Rivas no pierde el tono práctico: “Se llevan todo, no devuelven nada. Pero yo no me voy a quejar todo el día. Río Cuarto necesita un intendente que decida y que esté”.
En un país donde muchos solo resisten, él elige seguir haciendo.
